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La constitución genética determinará la dieta que necesita cada persona

El trabajo titulado "Estudio nutrigenético y nutrigenómico relacionado con el control del peso corporal e inflamación", publicado por Estíbaliz Goyenechea, investigadora de la Universidad de Navarra, se ha centrado en descubrir cómo la genética individual de los pacientes obesos puede favorecer o entorpecer la pérdida de peso cuando se sigue una dieta e incluso influir en su posterior mantenimiento a largo plazo. En el estudio han participado 180 pacientes con sobrepeso u obesidad, que han seguido una dieta hipocalórica (baja en energía) durante ocho semanas, y que fueron nuevamente evaluados tras seis meses y un año del final de la intervención dietética. Y éste ha sido el resultado.

El estudio, realizado en el departamento de Ciencias de la Alimentación, Fisiología y Toxicología y dirigido por el profesor Alfredo Martínez, ha aportado el conocimiento de nuevos biomarcadores genéticos y plasmáticos que permiten predecir la respuesta de las personas obesas a una dieta específica.

Así, se ha descubierto que el secreto está en los genes, en la constitución genética propia de cada individuo. “Hay algunas personas con sobrepeso u obesidad que tienen genes mutados o alterados, que dificultan que pierdan peso, e incluso una vez perdido hacen que lo recuperen más rápido en un periodo de entre seis meses y un año”, cuenta a El Confidencial.

La grasa es la forma más eficiente para almacenar esas calorías que no se aprovechan, porque se ha comido en exceso o porque no se ha hecho el suficiente ejercicio físico. La presencia de una mayor grasa corporal y, como consecuencia, mayores niveles de sustancias inflamatorias en sangre, son factores que dificultan la pérdida y el mantenimiento del peso corporal. Tener una predisposición genética junto con la presencia de factores exógenos o ambientales como los inadecuados hábitos dietéticos y el sedentarismo predisponen a la obesidad y a las complicaciones que se derivan de ella, como la diabetes, la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial y a un aumento del riesgo cardiovascular del paciente.

Obtener una batería de biomarcadores (genes y proteínas) capaces de predecir la respuesta a la pérdida y mantenimiento del peso de una persona permitiría conocer, con un simple análisis de sangre, cómo va a responder cada paciente a los distintos tipos de intervención nutricional. Según la doctora Goyenechea, “en un futuro cercano podremos desarrollar estrategias terapéuticas personalizadas que se basarán en las características genéticas de cada persona”.

Éste es el primer paso que desvela cómo será la dieta del futuro: “A medio plazo podremos analizar los genes de cada paciente y hacer una dieta concreta y personalizada de lo que necesita”. Las proteínas, las grasas o los hidratos de carbono que un cuerpo necesita lo dirá un análisis a sus propios genes.